Hace aproximadamente dos años comenzó a circular una noticia que llamaría la atención de un buen número de cinéfilos. Los directores Quentin Tarantino y Robert Rodriguez unirían esfuerzos para realizar una cinta que consistiría en dos historias del género de terror; cada quién dirigiría una y después las juntarían.
En un principio, esto me remitió fuertemente a aquella colaboración que se dio entre George Romero y Darío Argento en el año de 1990, cuando rodaron el filme Dos Ojos Diabólicos, conformado por dos adaptaciones de cuentos de Edgar Allan Poe. Posteriormente, descubrí que el concepto de la película iba más allá de una simple antología de historias de terror. Se trataba de dos largometrajes por el precio de uno, una función doble; como las que Tarantino y Rodriguez solían disfrutar en la década de los 70, mientras padecían sus adolescencias.
El título de la cinta sería Grindhouse, mismo que requeriría de bastante verbalización para ser comprendido por el espectador común (al que un amigo bautizó como "Don-compra-su-boleto").
La campaña publicitaria de Grindhouse se basaría en explicar el concepto del film, que tiene su origen en las salas cinematográficas conocidas precisamente como “grindhouses” (de acuerdo con Leonardo García Tsao, se podría traducir como “cine piojito”). Estas salas eran cines viejos, gastados, ubicados en colonias que es mejor no frecuentar de noche. Ahí se proyectaban funciones dobles, pero no de producciones de los grandes estudios; sino de películas "sensacionalistas", por citar a Tarantino; cintas consideradas "de explotación" o "de Serie B", aunque esto no es del todo correcto (muchas de las cintas eran consideradas "Serie A" en sus países de procedencia). Los franceses engloban este tipo de películas con el término "Cinema Bis", y en gringolandia no es difícil escuchar a alguien referirse a ellas como "grindhouse movies".
Aunque el rango de temas y géneros quedó bien delimitado, existía cierta diversidad: filmes de terror de bajo presupuesto, películas de Samurais con arterias de manguera, cine de Kung Fu de los hermanos Shaw o de Jackie Chan, Spaghetti Westerns, Sexycomedias, pelis de motocicletas, pelis de Roger Corman, de Fulci y de Argento. También filmes sobre mujeres encarceladas y, por supuesto, el llamado Blaxploitation.
Década tras década (desde los 40 y 50 ya existía este tipo de salas), espectadores ávidos de emociones fuertes asistían a funciones dobles en los llamados "grindhouses", o en auto-cinemas de baja ralea. Muchos de ellos recuerdan aquellas noches como verdaderos eventos, era prácticamente un ritual; se seguía un protocolo. La película Grindhouse sería una recreación de dicho ritual, para brindar al público una probadita de la magia que éste poseía.
Puedo decir que mi experiencia con los "cines piojito" es casi nula, sin emabrgo, en la bella Xalapa, Ciudad de las Flores (no tan bella como Tangamandapio, pero tiene lo suyo), existían un par de cines conocidos como Variedades 1 y Variedades 2. Durante mi infancia me tocó ver su decadencia. El Variedades 1 terminó exhibiendo cine porno y el Variedades 2 sirvió de albergue para un buen número de ratas durante varios años.
Cuando yo iba en el 4to ó 5to año de primaria, se estrenó el largometraje Moonwalker (Kramer, Blashfield, Chilvers, 1988), estelarizado por Michael Jackson; una especie de documental/antología de su carrera, que concluía con un mediometraje de ficción en el que Joe Pesci no dejaba de gritar como desesperado. No se trataba de un filme sensacionalista, pero ningúno de los cines decentes en mi ciudad se dignó a exhibirlo. Sólo el Variedades 2 lo tomó por una semana. Ante mi insistencia, mi madre me llevó a visionar dicho filme.
Llegamos al lugar. Compramos los boletos. Bajamos la estrecha escalera (el Variedades 2 era subterráneo). Para mi sorpresa, la película que daban antes de Moonwalker no había terminado. Se trataba, ni más ni menos, que de Pánico en la Montaña (Galindo III, 1989), con Adalberto Martínez "Resortes". Me tocó ver los últimos diez minutos del metraje. De pie. Con los ojos y la boca bien abiertos. La calidad sonora de la película rebasaba lo insufrible pero, ¿a quién le importaba?... ¡una especie de brujo se quemaba vivo en una caldera!
Terminó la película. Más de la mitad de la audiencia abandonó el recinto y pudimos sentarnos tranquilamente a mirar Moonwalker. Sin embargo no he olvidado la sensación de claustrofobia que experimenté mientras Pánico en la Montaña llegaba a su resolución.
El 6 de Abril del año 2007 llegó el estreno de Grindhouse en “el gabacho”. Las noticias sobre su fracaso en taquilla no se hicieron esperar. Según Harvey Weinstein, el Productor Ejecutivo, la razón de dicho fracaso era la duración del film (3 horas 10 minutos). En mi opinión, la duración era lo de menos. ¿Quién se detuvo antes de comprar boleto para ver los culebrones más recientes de Peter Jackson? Es más probable que el concepto no haya resultado suficientemente atractivo para "Don-compra-su-boleto".
Si bien Grindhouse se puede considerar ya una película de culto, el grueso del público no logró interesarse por el homenaje que ésta representaba y optó por entrar a ver otras cintas que satisfacían en mayor medida sus necesidades de esparcimiento.
Como resultado, los hermanos Weinstein decidieron estrenar las dos películas por separado en el mercado internacional; con esperanzas de recuperar su inversión de 60 millones de dólares (sin contar los costos de marketing).
La entrega de Robert Rodríguez, Planet Terror, se inscribe abiertamente en el género zombie, dentro de la variante de infectados por un experimento bioquímico llevado a cabo por el ejército. Aunque la influencia de la saga de George A. Romero es clara, la película es más cercana a la serie Return of the Living Dead, debido a su tono de farsa desenfrenada.
Rodríguez declaró que llevaba más de una década con ese proyecto en mente, pero lo que lo animó a llevarlo a cabo fue el boom de cine de zombies que surgió tras el estreno de 28 Days Later (Boyle, 2002). Sin embargo, Planet Terror ignora la actualización que Boyle hizo del género y opta por recrear las atmósferas del cine de zombies de serie B de los años 70 y 80.
La entrega de Tarantino, Death Proof, es un largometraje que divide fuertemente a su audiencia. Para algunos, es un divertido homenaje a las películas de explotación de los años 70. Para otros, es un aburrido homenaje a las películas de explotación de los años 70. Lo cierto es que se trata de un film muy extraño. La primera mitad incorpora influencias de Russ Meyer pero termina siendo una especie de slasher poco ortodoxo. En la segunda parte se rinde tributo a los clásicos de persecuciones de autos, para finalizar una vez más recordando al maestro Meyer y con un contundente guiño a los fans del cine de Kung Fu.
Stuntman Mike se suma a la lista de villanos Tarantinescos, así como a la de personajes memorables encarnados por Kurt Russell. Se trata de un asesino con un método muy específico de trabajo, que le brinda a Tarantino la oportunidad de llevar su exploración de la acción y la violencia cinematográfica a nuevos terrenos.
Grindhouse se estrenó en la ciudad de México con en 7 salas. Desafortunadamente, la distribuidora Zima y las exhibidoras del país decidieron dejarla por la paz y no darle una corrida comercial decente en el resto del país. Finalmente, han sido editadas en video, con todo y el material extra que se incluyó en la edición Región 1. La mayoría de los fans de provincia ya la vio, pirata. Supongo que es el precio que paga Zima por estrenarla con tanto recelo.
En un principio, esto me remitió fuertemente a aquella colaboración que se dio entre George Romero y Darío Argento en el año de 1990, cuando rodaron el filme Dos Ojos Diabólicos, conformado por dos adaptaciones de cuentos de Edgar Allan Poe. Posteriormente, descubrí que el concepto de la película iba más allá de una simple antología de historias de terror. Se trataba de dos largometrajes por el precio de uno, una función doble; como las que Tarantino y Rodriguez solían disfrutar en la década de los 70, mientras padecían sus adolescencias.
El título de la cinta sería Grindhouse, mismo que requeriría de bastante verbalización para ser comprendido por el espectador común (al que un amigo bautizó como "Don-compra-su-boleto").
La campaña publicitaria de Grindhouse se basaría en explicar el concepto del film, que tiene su origen en las salas cinematográficas conocidas precisamente como “grindhouses” (de acuerdo con Leonardo García Tsao, se podría traducir como “cine piojito”). Estas salas eran cines viejos, gastados, ubicados en colonias que es mejor no frecuentar de noche. Ahí se proyectaban funciones dobles, pero no de producciones de los grandes estudios; sino de películas "sensacionalistas", por citar a Tarantino; cintas consideradas "de explotación" o "de Serie B", aunque esto no es del todo correcto (muchas de las cintas eran consideradas "Serie A" en sus países de procedencia). Los franceses engloban este tipo de películas con el término "Cinema Bis", y en gringolandia no es difícil escuchar a alguien referirse a ellas como "grindhouse movies".
Aunque el rango de temas y géneros quedó bien delimitado, existía cierta diversidad: filmes de terror de bajo presupuesto, películas de Samurais con arterias de manguera, cine de Kung Fu de los hermanos Shaw o de Jackie Chan, Spaghetti Westerns, Sexycomedias, pelis de motocicletas, pelis de Roger Corman, de Fulci y de Argento. También filmes sobre mujeres encarceladas y, por supuesto, el llamado Blaxploitation.
Década tras década (desde los 40 y 50 ya existía este tipo de salas), espectadores ávidos de emociones fuertes asistían a funciones dobles en los llamados "grindhouses", o en auto-cinemas de baja ralea. Muchos de ellos recuerdan aquellas noches como verdaderos eventos, era prácticamente un ritual; se seguía un protocolo. La película Grindhouse sería una recreación de dicho ritual, para brindar al público una probadita de la magia que éste poseía.
Puedo decir que mi experiencia con los "cines piojito" es casi nula, sin emabrgo, en la bella Xalapa, Ciudad de las Flores (no tan bella como Tangamandapio, pero tiene lo suyo), existían un par de cines conocidos como Variedades 1 y Variedades 2. Durante mi infancia me tocó ver su decadencia. El Variedades 1 terminó exhibiendo cine porno y el Variedades 2 sirvió de albergue para un buen número de ratas durante varios años.
Cuando yo iba en el 4to ó 5to año de primaria, se estrenó el largometraje Moonwalker (Kramer, Blashfield, Chilvers, 1988), estelarizado por Michael Jackson; una especie de documental/antología de su carrera, que concluía con un mediometraje de ficción en el que Joe Pesci no dejaba de gritar como desesperado. No se trataba de un filme sensacionalista, pero ningúno de los cines decentes en mi ciudad se dignó a exhibirlo. Sólo el Variedades 2 lo tomó por una semana. Ante mi insistencia, mi madre me llevó a visionar dicho filme.
Llegamos al lugar. Compramos los boletos. Bajamos la estrecha escalera (el Variedades 2 era subterráneo). Para mi sorpresa, la película que daban antes de Moonwalker no había terminado. Se trataba, ni más ni menos, que de Pánico en la Montaña (Galindo III, 1989), con Adalberto Martínez "Resortes". Me tocó ver los últimos diez minutos del metraje. De pie. Con los ojos y la boca bien abiertos. La calidad sonora de la película rebasaba lo insufrible pero, ¿a quién le importaba?... ¡una especie de brujo se quemaba vivo en una caldera!
Terminó la película. Más de la mitad de la audiencia abandonó el recinto y pudimos sentarnos tranquilamente a mirar Moonwalker. Sin embargo no he olvidado la sensación de claustrofobia que experimenté mientras Pánico en la Montaña llegaba a su resolución.
El 6 de Abril del año 2007 llegó el estreno de Grindhouse en “el gabacho”. Las noticias sobre su fracaso en taquilla no se hicieron esperar. Según Harvey Weinstein, el Productor Ejecutivo, la razón de dicho fracaso era la duración del film (3 horas 10 minutos). En mi opinión, la duración era lo de menos. ¿Quién se detuvo antes de comprar boleto para ver los culebrones más recientes de Peter Jackson? Es más probable que el concepto no haya resultado suficientemente atractivo para "Don-compra-su-boleto".
Si bien Grindhouse se puede considerar ya una película de culto, el grueso del público no logró interesarse por el homenaje que ésta representaba y optó por entrar a ver otras cintas que satisfacían en mayor medida sus necesidades de esparcimiento.
Como resultado, los hermanos Weinstein decidieron estrenar las dos películas por separado en el mercado internacional; con esperanzas de recuperar su inversión de 60 millones de dólares (sin contar los costos de marketing).
La entrega de Robert Rodríguez, Planet Terror, se inscribe abiertamente en el género zombie, dentro de la variante de infectados por un experimento bioquímico llevado a cabo por el ejército. Aunque la influencia de la saga de George A. Romero es clara, la película es más cercana a la serie Return of the Living Dead, debido a su tono de farsa desenfrenada.
Rodríguez declaró que llevaba más de una década con ese proyecto en mente, pero lo que lo animó a llevarlo a cabo fue el boom de cine de zombies que surgió tras el estreno de 28 Days Later (Boyle, 2002). Sin embargo, Planet Terror ignora la actualización que Boyle hizo del género y opta por recrear las atmósferas del cine de zombies de serie B de los años 70 y 80.
La entrega de Tarantino, Death Proof, es un largometraje que divide fuertemente a su audiencia. Para algunos, es un divertido homenaje a las películas de explotación de los años 70. Para otros, es un aburrido homenaje a las películas de explotación de los años 70. Lo cierto es que se trata de un film muy extraño. La primera mitad incorpora influencias de Russ Meyer pero termina siendo una especie de slasher poco ortodoxo. En la segunda parte se rinde tributo a los clásicos de persecuciones de autos, para finalizar una vez más recordando al maestro Meyer y con un contundente guiño a los fans del cine de Kung Fu.
Stuntman Mike se suma a la lista de villanos Tarantinescos, así como a la de personajes memorables encarnados por Kurt Russell. Se trata de un asesino con un método muy específico de trabajo, que le brinda a Tarantino la oportunidad de llevar su exploración de la acción y la violencia cinematográfica a nuevos terrenos.
Grindhouse se estrenó en la ciudad de México con en 7 salas. Desafortunadamente, la distribuidora Zima y las exhibidoras del país decidieron dejarla por la paz y no darle una corrida comercial decente en el resto del país. Finalmente, han sido editadas en video, con todo y el material extra que se incluyó en la edición Región 1. La mayoría de los fans de provincia ya la vio, pirata. Supongo que es el precio que paga Zima por estrenarla con tanto recelo.
Lo que el siciliano quiso decir (bis):
ResponderEliminarMe congratulo y, en lo que a mi respecta, doy la bienvenida a esta aventura bloguera del Ciudadano Finck. Enhorabuena...
... y le daremos seguimiento.
Únicamente agregaría que, además de las (ahora) inexistentes salas que enuncias, merecería incluírse el Cine Radio, que compartió el mismo fin de proyectar cine "erótico", dentro de cuyas instalaciones, según recuerdo, hasta fallecido hubo. Quién sabe, a lo mejor se aceleró demasiado el "en paz descansado".
(Mismo final tuvieron las salas.)
Y hay un tercer "cine piojito" que el autor omite: El cine Pepe, ubicado enfrente de lo que alguna vez fuera el Cine Kubrick (donde NO se proyectaban películas de Kubrick).
ResponderEliminarMuchos años supuse que el famoso Pepe era el cácaro y que el cine había sido bautizado en su honor. Los años me quitaron (casi toda) la inocencia y descubrí que el dichoso Pepe era el dueño, no el operador... y que además se trataba de mi tio "el güero" conocido en el bajo mundo de los cines decadentes como "El Pipiaco", co-propietario del local junto con otro familiar del novel crítico cinematográfico que hoy inaugura su blog.
Hace cosa de ocho años, el caballero que firma las líneas anteriores, y el que firma las lineas posteriores (o sea el illo y yo), atendimos a una función doble de cine oriental. "El Tigre y el Dragón" (Lee, 2000) y "Godzilla 2000" (Okawara 1999) por el (simbólico) costo de 9 buenos pesos mexicanos. La función incluyó varios elementos tradicionales de los cines piojito: intermedio, niños karatecas, goma de mascar adherida a los asientos, costos exorbitantes por las palomitas -sin mencionar las bolsas de papel que se desintegran al contacto con la salsa "Valentina"-, obleas rellenas de cajeta (de muy buen sabor), un ventilador ubicado al otro lado de la pantalla que producía el mismo ruido que una picadora de piedra... de todo.
Mención especial merece la costura de estambre que mantenia la pantalla en una pieza y que la recorría por el centro. Nos salió cara la función.
¿Las películas? no estaba mirando, no podría opinar...
Puedo corroborar que el más ilustre de los xalapeños se perdió de buena parte de Godzilla 2000 por estarle arrancando la cajeta al celofán. Supongo que sí estaba de buen sabor.
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