jueves, 14 de mayo de 2009

The Wrestler (2008)


En 1998, un joven newyorkino llamado Darren Aronofsky estrenó su primer largometraje, Pi. La cinta llamó la atención por su inteligente manejo de la ciencia ficción en un ambiente urbano y actual, con un presupuesto realmente bajo y una realización extremadamente ingeniosa.

En pocos años, el director adquirió un lugar importante en la escena del cine independiente, sobre todo después del estreno de Requiem for a Dream (2000), película que reafirmaba su destreza estilística y su talento para filmar lo crudo y lo extraño.

Pasaron seis años hasta que pudimos ver otra película firmada por Aronofsky. The Fountain (2006), una película ambiciosa, narrativa, visual y temáticamente; que, además, mostraba la versatilidad del director.

Si bien Aronofsky ya tenía cierto poder en la industria, The Wrestler (2008) lo posiciona como un cineasta importante a nivel internacional. Nominada y ganadora de múltipes premios en diferentes países, The Wrestler cuenta la historia de un luchador profesional (encarnado por Mickey Rourke) en los últimos años de su carrera.

Después de ver la película un par de veces, me resulta inevitable recordar una de las obras maestras de los hermanos Coen: Barton Fink (1991).

En dicha cinta, el protagonista arriba a Los Angeles para escribir un guión por encargo de un estudio hollywoodense. El ejecutivo y el productor a cargo del proyecto le explican la tarea de manera muy simple: Se trata de un film de luchadores. Una película de serie B. Tiene que haber un luchador, una mujer de quién pueda enamorarse y un problema con un hijo. Se trata de seguir una fórmula.

Barton Fink resulta incapaz de satisfacer las demandas del estudio y su guión no logra ser filmado.

The Wrestler bien podría ser un ejemplo de lo que estos productores ficticios estaban buscando.

Todos los elementos están ahí: un personaje con el cuál identificarse, luchas, sangre, una teibolera con corazón de oro, una relación conflictiva con su hija, etc.

Aronofsky rescata el género con un tratamiento estético que nos remite al cine documental, retomando esas historias que emocionaron a los espectadores en los años cuarenta; con un estilo post-moderno, característico del cine independiente estadounidense.

Al parecer, hay dos proyectos suyos en espera de recibir “luz verde”. Uno lleva por nombre The Fighter, en el que Mark Whalberg interpretaría a un boxeador. Y el otro es un “reboot” (o reinicio) de la franquicia RoboCop (o RoboTira, como diría el buen Leonardo García Tsao).

Supongo que habrá que esperar… y ver.