lunes, 5 de enero de 2009

Quantum of Solace (2008)


Hoy en día, en Hollywood está proliferando el fenómeno del “reboot”. Esto quiere decir que una serie cinematográfica exitosa se reinicia, se “resetea”. Se incorporan personajes y elementos de las películas anteriores pero se parte de cero. Esto, evidentemente, responde a cuestiones comerciales y de mercado, pero eso no significa que no pueda ofrecer recompensas artísticas. En el mejor de los casos, el “reboot” puede significar una reinterpretación del mito. Una puesta al día de una historia que se ha logrado instalar en el imaginario colectivo. Esto ha sucedido una y otra vez durante décadas con clásicos como Drácula, Frankenstein, King Kong y La Momia. Al parecer, no son los únicos mitos que vale la pena revisitar. Ejemplos más recientes serían: Batman Begins (Nolan, 2005), que dejó atrás la serie creada por Tim Burton para iniciar una nueva; The Incredible Hulk (Leterrier, 2008), que hace a un lado el film que dirigiera Ang Lee en el año 2003; Halloween (Zombie, 2007), que deja morir en paz a la saga iniciada por John Carpenter; y, por supuesto, Casino Royale (Campbell, 2006), que “rebootea” la saga de James Bond después de cuarenta años y veinte películas (a menudo se habla de ella como la franquicia más exitosa de la historia del cine, sin embargo, la serie de Wong Fei-Hung en China, la de Zatoichi en Japón y la de Tarzán en Estados Unidos fueron más longevas).

Después de Die Another Day (Tamahori, 2002), su cuarto film como el 007, Pierce Brosnan se mostraba indeciso para seguir encarnando al agente de la MI6. En alguna ocasión comentó a la prensa que regresaría si Quentin Tarantino dirigiera la próxima película y se tratase de una adaptación de la primera novela sobre James Bond, Casino Royale (Fleming, 1953). Tarantino confirmaría que, en efecto, lo había platicado con Brosnan, pero que no veía posibilidades de que sucediera. Su idea era filmarla en blanco y negro, agregando una “voz off” en post-producción, para homenajear a los thrillers noir de espionaje de los años 50.

Evidentemente, los productores Wilson y Broccoli no iban a permitir que le hicieran eso a su franquicia, pero la idea de adaptar Casino Royale permaneció en el aire. La novela ya había sido adaptada en un par de ocasiones, pero ninguna de ellas dentro de la serie oficial. La primera fue para un programa de TV estadounidense, Climax!, en 1954. El capítulo fue dirigido por William Brown y estelarizado por Barry Nelson y Peter Lorre. La segunda se trató de una comedia realizada en 1967, protagonizada por David Niven, Peter Sellers, Orson Welles, Ursulla Andress y Woody Allen. En la película trabajaron cerca de diez guionistas y cinco directores, entre ellos John Houston. Pero ni siquiera la conjunción de estos talentos logró que el resultado fuera aceptable.

Era enero del 2006 y había llegado el momento de filmar la versión cinematográfica definitiva de Casino Royale, que se estrenaría ese mismo año. Se contrató al director Martin Campbell, quien logró llevarla a buen puerto, con ayuda del actor inglés Daniel Craig.

Este año se estrenó Quantum of Solace (Forster, 2008), segundo film con Craig en el papel principal. Sin duda, se trata del episodio más polémico de la serie. Las quejas son variadas: el actor tiene cara y cuerpo de boxeador, es güero, las escenas de acción fueron realizadas por gente de la saga Bourne y se nota, Bond no bebe Vodka Martini agitado, la cortinilla de entrada la pusieron al final (¡!), Q y Moneypenny siguen ausentes.

En mi opinión, las faltas no son tan graves. La interpretación de Craig es tan convincente que su fisionomía puede pasar a segundo plano. Del mismo modo, su personaje y la relación que lleva con M están decentemente escritos y eso se agradece. Felix Leiter resulta, por primera vez en la serie, un personaje interesante. Con mucha probabilidad, los personajes de Q y Moneypenny se irán introduciendo en un futuro y la cortinilla regresará a donde pertenece.

Hay quienes afirman que Craig es el peor Bond de la historia y que debe abandonar el papel cuanto antes. Para otros, se trata del mejor que ha habido y desean que filme dos o hasta tres películas más. Cada quién tiene su favorito, pero quizá la manera más sana de acercarse al fenómeno es aceptar que no hay un Bond perfecto. Todos han tenido sus fortalezas y sus debilidades.

Sean Connery capturaba el aura despiadada del personaje y su carisma es innegable, pero su actuación pertenece exclusivamente al territorio de “peliculandia”; en ocasiones rebasa lo icónico y raya en lo sobreactuado.

George Lazenby, aunque sólo filmó una película, mostró gran potencial. Sin embargo, las circunstancias estaban en su contra: era joven e inexperto, le tocó interpretar la historia con mayores retos histriónicos en la saga, y encima de todo, tenía que satisfacer a un público para el que no había más Bond que Sean Connery. Aún con esto, su trabajo es efectivo en la mayor parte del metraje. Es una lástima que haya sido debut y despedida.

Roger Moore destilaba clase y elegancia, pero su Bond fue más bien caricaturesco. Con el paso de los años, se convirtió en un “pedazo de rosbif ambulante” (para citar al buen Leonardo García Tsao). Aún así, logró hacer una interpretación propia y ganarse a la audiencia. Sus films pretendían divertir y lo lograban.

Timothy Dalton es quizá el actor que mejor ha capturado la personalidad literaria del 007. Su talento, formación y los guiones que interpretó lo ayudaron a combinar equilibradamente la sofisticación, sensibilidad, frialdad y neurosis que caracterizan al alter ego de Fleming (por cierto que mi papá me llevó a ver su segunda película, License to Kill [Glen, 1989], cuando tenía once años. Fue la primera vez que vi un film de Bond. La mezcla de humor, elegancia y acción trepidante me enganchó y desde entonces me aficioné a la franquicia).

Pierce Brosnan ha sido criticado por encarnar a un Bond demasiado superficial y blando, pero funcionó lo suficientemente bien para adueñarse del personaje por siete años. De algún modo, logró capturar algo de cada uno de los Bonds anteriores y al mismo tiempo imprimirle un toque personal. En muchos sentidos, sus películas sirvieron para dejar claro que la serie no se iría a ninguna parte.

La aproximación de Craig ha sido fuertemente comparada con la de Dalton; no tiene miedo de mostrar la humanidad del personaje, por lo que se ha ganado al grueso del público y se ha instalado en el imaginario colectivo como el nuevo agente 007.

A final de cuentas, nadie sabe qué le depara el destino a la saga, ni siquiera sus creadores; sin embargo, la única certeza que tenemos es, en realidad, la única que necesitamos tener: James Bond volverá.