Estas son las preguntas básicas que el cine de justicieros ha planteado una y otra vez. Afortunadamente, no se ha llegado a respuestas definitivas, lo que le da mayor complejidad y longevidad al género (o subgénero, o pseudogénero).
Por una parte, se encuentran algunos superhéroes como Superman o los Watchmen de Alan Moore, que son bien recibidos por sus respectivas comunidades (estos últimos, en los años previos a su abolición). Lo mismo se puede decir del Batman de los años sesenta, que colaboraba abiertamente con la policía.
El caso opuesto sería el de Charles Bronson en la saga Death Wish (1974, 1982, 1985, 1987, 1994... y ya viene el reboot en el 2011), en la que las autoridades nunca dejan de considerarlo un criminal y perseguirlo como tal.
Quizá se pueda hablar de otro tipo de justicieros, aquellos que viven al margen de la sociedad y las autoridades. Aquellos que viven en un mundo con códigos propios, los cuáles rigen la venganza en cuestión. El Spaghetti Western y el cine de Samurais renegados recurren constantemente a estas convenciones.
Pero la cosa no termina ahí.
En 1960, Ingmar Bergman estrena El Manantial de la Doncella, una cruda y onírica historia de violación, asesinato y venganza. Wes Craven se fusila el argumento de este film para crear The Last House on the Left (1972), película que, si bien no posee la maestría ni la densidad temática de la cinta de Bergman, se ha convertido en un clásico del cine de venganza estadounidense, por la crudeza de sus imágenes y el lugar que ocupa en la historia del cine de terror.
Justamente, durante los años setenta y a principios de los ochenta, se dio un boom de películas que manejaban dicha temática: una mujer es violada (y, a veces, también asesinada) y decide (o sus seres queridos deciden) cobrar venganza.
En este periodo, Sam Peckinpah viaja a Inglaterra para filmar la intensa Straw Dogs (1971), el sueco Bo Arne Vibenius rueda la infame Thriller, en Grym Film (1974), Michael Winner responde desde los Estados Unidos con Death Wish (1974), Meir Zarchi decide colgarse del éxito estos films y arremete con I Spit on Your Grave (1978), Abel Ferrara también se ve listo y entrega la divertida Ms. 45 (1981); y, por si eso fuera poco, el sultán de la Serie B, William Lustig, hace de las suyas con Vigilante (1983).
Estas películas aporrean al espectador con sus excesos; haciéndose, inevitablemente, tanto de un buen número de fanáticos como de detractores.
El film francés Baise Moir (Despentes, 2000), intenta recuperar el espíritu de las películas de violación y venganza de los años setenta. Si bien se puede decir que gozó una excelente recepción a nivel mundial, también se puede decir que es una basca.
Por otra parte, Gaspar Noé, con su cinta Irreversible (2002), logra no sólo recuperar el espíritu de dichas cintas, sino superarlas en cuanto a violencia gráfica y malestar estomacal.
Por esas fechas, Quentin Tarantino filma lo que será su aportación al género (o subgénero, o pseudogénero… da lo mismo), Kill Bill (Vol. 1 – 2003 y Vol. 2 – 2004). Esta larga película rinde homenaje a los subgéneros en los que el tema de la venganza ha sido una constante, como el Spaghetti Western, el Samurai, el Yakuza y el Kung Fu.
Otra visión del justiciero nos la ofrece Martin Scorsese, que en 1976 estrena una de sus obras maestras, Taxi Driver. El film resulta peculiar por la ironía con la que maneja la temática, sobre todo en el desenlace de la historia.
Con Death and the Maiden (1994), Roman Polanski ofrece una de las reflexiones cinematográficas más complejas alrededor de la justicia y la venganza. En ese sentido, se emparenta con la Bad Lieutenant (1992) de Abel Ferrara. Ambas se rehúsan a mostrar el “ojo por ojo, diente por diente” como única opción, hurgando en los sentimientos del agraviado y las diferentes perspectivas que puede haber de los eventos. En palabras del crítico Leonardo García Tsao: “Ferrara es capaz de mostrarnos al personaje en el extremo de la degradación –masturbándose delante de un par de jóvenes infractoras de tránsito- y así mismo de conmovernos con su deseo de redención.”
Christopher Nolan explora la misma discusión con Batman Begins (2005), con menores resultados. Resultan más interesantes sus primeras películas; especialmente, Memento (2000), en la cuál se narra una historia de venganza jugando inteligentemente con la estructura y dándole un giro novedoso en las últimas escenas (que serían las primeras, si estuviera contada en orden cronológico).
The Limey (1999), de Steven Soderbergh, se emparenta con esta última, tanto por la falta de orden cronológico como por el enfoque interesante que se le da al personaje que desea consumar la venganza.
Interesante resulta, también, el cómic de Marvel, Punisher, que ha inspirado ya algunas películas. Dicho anti-héroe es intrigante no por su complejidad, sino al contrario, por la visión unidimensional que posee para enfrentar al crimen. Él no cobra venganza… él castiga.
Así mismo, la Batman (1989) de Tim Burton es, básicamente, una “revenge movie” que, además, da la casualidad que está inspirada en una historieta famosa.
Tampoco puede dejar de mencionarse la trilogía de venganza del coreano Chan-wook Park, Sympathy for Mr. Vengeance (2002), Oldboy (2003) y Lady Vengeance (2005); que resulta especialmente llamativa por el contraste entre el preciosismo de sus imágenes y la crudeza de los eventos.
Y cuando parecía que el cine de venganza ya no tenía nada nuevo qué decir, el director irlandés Neil Jordan entrega The Brave One (2007), estelarizada por Jodie Foster. Jordan logra un balance adecuado entre las emociones fuertes, un estilo visual atractivo, y la reflexión temática en torno a la figura del justiciero. Y, además, se da el lujo de hacer una referencia a Taxi Driver; basada, precisamente, en la participación de Jodie Foster en dicha cinta.
No está de más mencionar el “remake” de The Last House on the Left (Dennis Iliadis, 2009), filme correcto en el aspecto formal, con algunas secuencias especialmente intensas y efectivas.
Falta ver Fuk Sau (su título internacional es Vengeance) (2009), de Johnnie To, que compitió por la Palma de Oro en el Festival de Cannes este año y que promete ser, de acuerdo con The Hollywood Reporter, un “melodrama estilizado, acelerado e intenso”.